Lorena Fernández
Lorena Fernández Álvarez (Basauri, 1982) es ingeniera informática. El paso por diferentes ámbitos de desarrollo tecnológico le han llevado a ser la directora de identidad digital de la Universidad de Deusto. Participa en diferentes foros de divulgación científica y desde 2019 es miembro del grupo experto de la Comisión Europea para actualizar y expandir las innovaciones y descubrimientos con perspectiva de género en ciencia y tecnología. También reivindica la imagen de las mujeres en tecnologías TIC y formatos audiovisuales.
Recibió el Premio Buber Honorífico 2018 de la Asociación de Internet & Euskadi y ha participado en diferentes proyectos de voluntariado como India Bizira, que permite a quienes tienen una vocación docente viajar a centros educativos de Guyarat (India).
Theodore Melfi, 2016
“You lose your curiosity when you stop learning". Katherine Johnson
Basada en el libro homónimo de Margot Lee Shetterly, esta película logró que sus tres protagonistas Katherine Johnson, Dorothy Vaughan y Mary Jackson, se quitaran la capa de invisibilidad para mí, a pesar de sus grandes aportaciones a la carrera espacial. Estas mujeres afroamericanas, cuyas contribuciones matemáticas hicieron posible, entre otras misiones, la llegada a la Luna, tuvieron que desafiar estereotipos y convenciones, siendo pioneras en unos años en los que los “ordenadores llevaban falda” (eran calculadoras humanas). Tal fue el impacto de la película, que un año después de su estreno, las tres fueron incluidas en el Langley Hall of Honor de la NASA.
Katherine Johnson, conocida por su precisión en la navegación astronómica, calculó la trayectoria para el Proyecto Mercury y el vuelo del Apolo 11 a la Luna. En 1962, cuando la NASA empezó a usar computadoras electrónicas para calcular la órbita del astronauta John Glenn, él insistió en que “la chica” (Johnson tenía 43 años en ese momento) comprobara los resultados: “If she comes up with the same answer that they have, then the computer’s righ”.
Dorothy Vaughan fue la primera supervisora afroamericana de la NACA y la NASA. Mary Jackson fue la primera ingeniera negra de la NASA. La sede en Washington lleva su nombre desde junio de 2020.
Danny Devito, 1996
"The books gave Matilda a comforting message: You are not alone”
¿Que han pasado 25 años de su estreno? Correcto; ¿Que ese es el número de veces que la habré visto? También correcto (o puede que me quede corta). De hecho, cada vez que la reponen, me quedo pegada a la televisión viendo Matilda. Basada en un libro de Roald Dahl, fue el penúltimo regalo que nos obsequió en 1988 antes de morir, siendo adaptado años más tarde a la gran pantalla por Danny DeVito (director y protagonista). Lo oscuro siempre fue un ingrediente con el que Roald Dahl aderezaba sus cuentos de hadas, que aquí nos narra la trágica pero a la vez mágica historia de una niña curiosa, inteligente y devoradora de libros, que desarrolla unos poderes muy especiales. Matilda me enseñó que para viajar lejos no hay mejor avión que un libro y que la curiosidad de encontrar el porqué de las cosas es la base de la ciencia.
Tim Burton, 2003
"A man tells his stories so many times that he becomes the stories. They live on after him. And in that way he becomes immortal.”
En mi listado no podía faltar una obra de Tim Burton. Y la elegida es, sin lugar a dudas, Big Fish. Se trata de toda una reivindicación de la imaginación. Cuenta la historia de un hijo que intenta conocer mejor a su padre moribundo buscando la verdad tras los absurdos relatos y épicas leyendas que ha ido contando a lo largo de su vida. Ese padre, especialista en transformar hechos cotidianos sin aparente importancia en auténticas aventuras añadiéndoles características fantásticas, me recuerda a mi abuelo, que era capaz de desatar mi imaginación con cuentos e historias sin haber salido apenas de su pueblo de nacimiento. Él me enseñó a poner miles de colores a lo que parece gris. Y con la frase final de la película, también suelo recordar que todas las personas son inmortales a través de los recuerdos que tenemos de ellas. Sirvan estas líneas para hacerle eterno.
Morten Tyldum, 2014
"Sometimes it is the people who no one imagines anything of who do the things that no one can imagine."
Como buena ingeniera informática, me maravilla la figura de Alan Turing. Este matemático, filósofo y criptógrafo fue uno de esos ilustres que quizás no sea muy conocido por el público generalista, pero al que le debemos mucho. Dentro de sus aportaciones encontramos la máquina de Turing, conceptualizando la computación moderna; el logro de descifrar el código de la máquina Enigma que los nazis usaron durante la Segunda Guerra Mundial para mandar mensajes secretos; o el test de Turing, relevante en el mundo de la Inteligencia Artificial. A pesar del legado que nos dejó, su carrera terminó súbitamente sin el reconocimiento merecido cuando fue procesado por su homosexualidad en 1952. No se defendió de los cargos y se le aplicó la castración química, sufriendo importantes consecuencias físicas. Dos años después del juicio, Turing se suicidó tras la ingesta de una manzana con cianuro. El mundo de la computación jamás le devolverá todo lo que él nos prestó. De hecho, tuvimos que esperar hasta 2013 para que recibiera el perdón real por parte Isabel II y en 2014, este biopic nos acercó su figura. Y no solo la suya. También conocimos a Joan Clarke, que trabajó junto a Turing para descifrar los códigos nazis. Para poder cobrar tuvo que ser clasificada como lingüista, ya que el funcionariado británico no tenía protocolos para emplear a una criptoanalista mujer. Al rellenar los formularios para dicho trabajo pondría con sorna: "grado: lingüista, idiomas: ninguno.”
Jonathan Dayton y Valerie Faris, 2006
"A real loser is someone who’s so afraid of not winning he doesn’t even try".
Creo que lo que más me atrae de la película Pequeña Miss Sunshine es que es una oda al fracaso, a los perdedores, a la imperfección. A romper con esas vidas y expectativas que creamos bajo una falsa apariencia de éxito social de cara a la galería. Es la antítesis de una película de superhéroes y superheroínas. La dictadura del éxito y el pensamiento positivo aquí quedan al descubierto. Y es que, como nos dice Sara Ahmed en su libro La promesa de la felicidad: "Ya desde el principio, desde los cuentos de hadas y las historias para niños, se nos dice que para ser felices tenemos que hacer unas cosas y no otras. Y estas cosas se convierten en bienes que dirigen a la gente a través de unos caminos muy concretos. La felicidad, como promesa de vivir de una determinada manera, es una técnica para dirigir a las personas".
Esta película muestra precisamente a una familia disfuncional que arranca un viaje en el que se suceden una serie de eventos tragicómicos. En ese periplo se encuentran con el fracaso encarnado en múltiples formas. Como uno de los protagonistas dice “la vida es un puto concurso de belleza detrás de otro”. Un elemento narrativo importante es la camioneta decrépita que les traslada hasta el concurso de belleza en el que la pequeña Olive quiere participar. Representa a la perfección el proceso en el que todos se unen, empujándola al inicio para ponerla en marcha y ayudándose para subir y no dejar a nadie atrás. Un apartado especial de la película merece la banda sonora con grandes temas de DeVotchKa y Sufjan Stevens.
Ridley Scott, 1982
Como amante de la ciencia ficción, tenía que incluir en mi listado una de las obras maestras: Blade Runner. “Yo he visto cosas que vosotros no creeríais. Atacar naves en llamas más allá de Orión. He visto rayos-C brillar en la oscuridad cerca de la Puerta de Tannhäuser. Todos esos momentos se perderán en el tiempo, como lágrimas en la lluvia.” Podría repetir de memoria esta frase de Rutger Hauer en el papel del replicante Roy Batty. Como curiosidad, decir que fue una improvisación del actor que reescribió la noche anterior al rodaje, sin avisar a Ridley Scott, pero que ha quedado ya para la historia del cine. Suelo usar esta película en mis clases, dentro de una actividad donde pregunto al alumnado si el futuro mostrado por la ciencia ficción se está cumpliendo. Este film de 1982, habla de un futuro ya pasado (2019) y está basado en otro gran clásico: la novela de 1968 de Philip K. Dick ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?. Me parece visionario que alguien ya en esa época mostrara de manera tan certera algunas realidades que vivimos en la actualidad, poniendo sobre la mesa muchos retos éticos a los que tenemos que hacer frente.
Alfred Hitchcock, 1958
Soy una amante de la obra de Alfred Hitchcock (no tanto de su persona por el acoso y control obsesivo al que sometía a sus actrices). Si algo le debemos es que llevó el lenguaje audiovisual a otro nivel. Eso y el ya famoso Macguffin, una expresión acuñada por él mismo que consiste en introducir en el relato elementos que desvían la atención del público y que no tienen luego relevancia argumental pero ayudan a construir el suspense. Me cuesta seleccionar una sola de sus películas, pero me quedaré con Vértigo porque recoge muy bien una de sus improntas: el juego psicológico con el público a través de los colores, la fotografía y la cámara. Cuando representa ese vértigo, muestra una toma de un precipicio seguido de un zoom out, zoom in con una espiral de color rojo, amarillo y naranja, generando sensación de mareo. Otro de los juegos sublimes es que en la primera parte de la película están completamente ausentes de la pantalla los colores rojo y verde hasta que aparece Kim Novak vestida de verde y sentada junto a una pared roja. Este recurso sirve a la narración produciendo el mismo efecto emocional en el público que en el protagonista, James Stewart: su aparición nos genera alivio. Otro de los regalos que siempre acompañaban a sus películas eran los títulos de crédito, auténticas obras de arte, así como los efectos sonoros (si vemos una foto de la escena de la ducha de Psicosis, nuestra mente le pone banda sonora).
Alice Winocour, 2019
Próxima nos cuenta la historia de Sarah, una astronauta que se entrena en la Agencia Espacial Europea (ESA), siendo la única mujer dentro del exigente programa. Cuando es elegida para formar parte de la tripulación de una misión espacial de un año de duración, nos describe las barreras que se encuentra con sus compañeros pero, sobre todo, con la conciliación familiar siendo madre de una niña pequeña. Me gustó mucho ver por vez primera en una película sobre el espacio, no solo la parte laboral y épica, sino las implicaciones y renuncias que este plano tiene en el ámbito personal, evidenciando cómo las mujeres nos encontramos muchas veces ante la disyuntiva de trabajo o maternidad. Muestra además dos elementos clave: el papel que se nos ha vendido de ser supermujeres perfectas teniendo siempre que demostrar nuestra valía una y otra vez (a nosotras mismas y a los demás) y el coste emocional que tiene el sentimiento de culpa con el que se nos castiga si no llegamos a todo, especialmente a la faceta de madres. Ojalá normalicemos estas narraciones y demos el papel protagonista que se merecen los cuidados tanto en las películas como en la sociedad. Y ojalá en el celuloide no solo mostremos a mujeres en esta dimensión.
Irvin Kershner, 1980
La saga de La guerra de las galaxias es mi perdición. Desde el episodio IV estrenado en 1977 a la serie The Mandalorian lanzada en 2019, me he tragado todas y cada una de sus producciones. Esta franquicia cuenta las peripecias de un grupo de personajes que habitan en una galaxia ficticia e interactúan con «la Fuerza». Pero si tuviera que quedarme con uno de esos personajes, lo tengo claro: sería con la princesa Leia Organa. Es uno de los primeros referentes de ficción que me dijeron que yo también podía ser valiente en una época en la que no abundaban precisamente esos ejemplos en el cine. De hecho, fue el único personaje femenino en la trilogía original que hablaba, porque el resto de diálogos protagonizados por mujeres se puede resumir a 63 segundos. Y es que Leia en las pantallas, y Carrie Fisher fuera de ellas, era un ejemplo de mujer fuerte, decidida, comprometida con su causa, que no quería dejar que nada ni nadie se interpusiera en su camino. El tipo correcto de princesa que no esperaba que nadie la salvara. Ver la determinación de Leia fue importante, inspirándonos a muchas niñas a pensar más allá y mirar hacia las estrellas con cielos abiertos y sin techos de cristal.
Marjane Satrapi y Vincent Paronnaud, 2007
“El miedo nos duerme la conciencia. Nos convierte en cobardes".
Soy una apasionada de las novelas gráficas y Persépolis está en mi top 3. De hecho, la mayoría de las obras de Marjane Satrapi son muy recomendables ("Pollo con ciruelas" o "Bordados" son otra delicia). Así que cuando me enteré de que la propia autora había hecho una adaptación al cine, tuve que ir a verla. Mis miedos por si perdía la esencia del cómic enseguida se disiparon: conserva el blanco y negro original así como el estilo de dibujo, encajando perfectamente en este nuevo formato narrativo.
Persépolis es la autobiografía de Satrapi y el telón de fondo es la historia de Irán. Nos cuenta su infancia en un familia de Teherán de talante progresista, jugando con la óptica de una niña curiosa e imaginativa y aprovechando precisamente esa “inocencia” para abordar el relato de grandes cambios sociales y políticos que se producen en ese momento, como que el fundamentalismo islámico forzara que las mujeres volvieran a llevar velo (estando las hijas más reprimidas que sus madres). Todo aderezado con un humor y sarcasmo muy característicos y sin caer en el victimismo. También nos cuenta su adolescencia en Europa, donde es enviada por su familia, con los consiguientes contrastes culturales, así como su regreso a Irán.
Como bonus track, Satrapi ha dirigido el reciente biopic de Marie Curie, Radioactive, donde muestra su lado más humano.